Quién es Hermes Trimegisto?
(Del libro el Kybalion de los Tres iniciados)
Desde el antiguo Egipto han venido las enseñanzas fundamentales y secretas que tan fuertemente
han influido en los sistemas filosóficos de todas las razas y de todos los pueblos, durante centurias
enteras. El Egipto, la patria de las pirámides y de la Esfinge, fue la cuna de la Sabiduría Secreta y de
las doctrinas místicas. Todas las naciones han sacado las suyas de sus doctrinas esotéricas.
Conocimientos que sólo eran transmitidos a los que estaban preparados para participar de lo oculto.
Fue también en el antiguo Egipto donde vivieron los tan grandes adeptos y Maestros que nadie
después ha sobrepasado, y que rara vez han sido igualados en las centurias que han transcurrido desde los tiempos del Gran Hermes. El Egipto fue la residencia de la Gran Logia de las fraternidades
místicas. Por las puertas de su templo entraron todos los neófitos que, convertidos más tarde en
Adeptos, Hierofantes y Maestros, se repartieron por todas partes, llevando consigo el precioso conocimiento que poseían y deseando hacer partícipe de él a todo aquel que estuviera preparado para recibirlo. Ningún estudiante de ocultismo puede dejar de reconocer la gran deuda que tiene contraída con aquellos venerables Maestros de Egipto.
Después de haber transcurrido muchos años desde su muerte (la tradición afirma que vivió trescientos
años), los egipcios lo deificaron e hicieron de él uno de sus dioses, bajo el nombre de Thoth.
Años después los griegos hicieron también de él otro de sus dioses y lo llamaron «Hermes, el dios
de la sabiduría». Tanto los griegos como los egipcios reverenciaron su memoria durante centurias enteras, denominándole el «inspirado de los dioses», y añadiéndole su antiguo nombre «Trismegisto», que significa «tres veces grande». Todos estos antiguos países lo adoraron, y su nombre era sinónimo de «fuente de sabiduría».
Aun en nuestros días usamos el término «hermético» en el sentido de «secreto», «reservado», etc., y esto es debido a que los hermetistas habían siempre observado rigurosamente el secreto de sus enseñanzas. Si bien entonces no se conocía aquello de «no echar perlas a los cerdos», ellos siguieron su norma de conducta especial que les indicaba «dar leche a los niños y carne a los hombres», cuyas máximas son familiares a todos los lectores de las escrituras bíblicas, máximas que, por otra parte, habían sido ya usadas muchos siglos antes de la Era Cristiana.
Y esta política de diseminar cuidadosamente la verdad ha caracterizado siempre a los hermetistas,
aun en nuestros días. Las enseñanzas herméticas se encuentran en todos los países y en todas las
religiones, pero nunca identificada con un país en particular ni con secta religiosa alguna.
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