Ser Conscientes
(Del Libro Atrevete a ser tu Maestro de Suzanne Powell)
Primero hay que tomar conciencia de nuestros pensamientos para luego ser conscientes de nuestras palabras, herramientas importantes para la cocreación de nuestra vida. Tal como uno piensa que será su vida, así será. Si nuestros pensamientos son puros, libres de juicios, de alta vibración y llenos de entusiasmo, ilusión y alegría, así de pura será también nuestra existencia.
Si pronuncio una palabra, esta se convierte en vibración, en energía, en conducta y en acción, es decir, en aquello que se puede palpar, sentir, percibir. Las palabras, al igual que los pensamientos, están cargadas de vibración. Una vez se emiten, salen al exterior, al universo, y regresan a nosotros. Siempre, sí, siempre. Por lo tanto, hay que tomar conciencia del poder de la palabra y del poder del pensamiento. Si tú lo dices, así será. Por tanto, cuidado con lo que piensas y con lo que dices.
Cuando vas tomando conciencia de tu vida, empiezas a ser consciente, a ser zen. Saber lo que piensas, lo que dices, cómo actúas, es ser zen. Cuántas veces uno crea su propio infierno por su inconsciencia. Por no ser conscientes de las palabras podemos crear un conflicto o condicionar nuestro programa para vivir anclados al sufrimiento.
A menudo se utilizan sin pensar frases ya hechas. Por ejemplo: «La comida está que te mueres», «Mi vida es un desastre», Si comes ese helado te vas a sentir fatal».... A una persona consciente eso le haría rechinar los dientes... ¡No pronuncies este tipo de frases tan a la ligera! Cuando empleamos estas expresiones,
generamos una sentencia que imponemos al otro o a nosotros mismos, porque lo que deseamos para los demás lo estamos deseando también para nosotros mismos.
Esto me hace pensar en los correos electrónicos que circulan en cadena, como esos que dicen: «Reenvía este correo a veinte personas o serás muy desgraciado». Y para colmo indican que lo tienes que hacer en los próximos veinte minutos. Automáticamente la persona que recibe uno de estos correos piensa, por si acaso es verdad: «Lo voy a hacer». Y cuando se lo ha enviado a veinte personas de su lista de contactos, se relaja y piensa: «¡Uf! ¡Qué peso me he quitado de encima!». Pero lo que ha hecho ha sido proyectar ese miedo o esa emoción a veinte personas más –y de rebote a miles–, ya sea de forma consciente o inconsciente. Si una persona no lo reenvía, se siente culpable por ello, y en consecuencia enferma, ¿quién es el responsable? Si tú has participado de alguna manera, por mínima que sea, debes asumir parte de la responsabilidad dentro de tu programa, y has de saber que con esa acción has generado una deuda y un karma.
Si nos envían algún correo en cadena, no debemos ni creerlo ni aceptar ninguna responsabilidad, excepto la de cortar dicha cadena, que puede contener creencias o palabras que siembran temor y daño. Personalmente yo respondo conscientemente a la persona que me ha enviado el correo para que sepa lo que acaba de hacer y de paso la invito a que vea mis vídeos sobre el karma. La palabra escrita o pronunciada tiene la misma fuerza que el propio pensamiento. Por esta razón debemos ser en todo momento conscientes de lo que pensamos, lo que decimos y lo que escribimos. Esto debe aplicarse a mí en dos sentidos: como persona y como autora, ya que debo procurar que todo lo que escribo sea un beneficio para quienes me leen y no una carga.
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